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Subir al Mulhacen con niños (niñas en este caso)

¿Se puede subir al Mulhacen con niños? Hice esa pregunta a Google unos meses antes de nuestra aventura y encontré respuestas de todos los gustos. La mia: si están acostumbrados a caminar por el monte, sí.

El año pasado por estas fechas, aprovechando un viaje de vuelta desde Sevilla, pasé un par de días en solitario por los montes de Granada, subiendo al Mulhacen desde Capileira y haciendo noche en el Refugio de Poqueira.

Al volver a casa y mostrar las fotos mis dos hijas mayores (con 5 y 6 años entonces) se enfadaron mucho conmigo. Estaban totalmente indignadas por haberme ido a ese sitio tan chulo sin contar con ellas. De nada valió que les explicara la dureza de la subida, ni la dificultad añadida de la altitud.

Así que hicimos un pacto: si durante el invierno y primavera manteníamos un buen ritmo de salidas al monte los fines de semana, que nos permitiera al menos saber que no se iban a desfondar en las primeras cuestas, en verano lo intentaríamos. Cumplieron el pacto con creces, pasandolo muy bien además en cada una de nuestras salidas «para entrenar», así que la semana pasada, ya con 6 y 7 años respectivamente, salimos de madrugada dirección a Capileira para afrontar la primera etapa: llegar al Refugio de Poqueira a pasar la noche.

Mi mayor miedo en esta excursión era la altitud. Vivimos a escasos 100 metros sobre el nivel del mar, el lugar donde dejamos el coche para empezar a caminar está ya a 2.000, y el Refugio de Poqueira a 2.500 metros. Al día siguiente en unas horas te plantas en los 3.478 metros que tiene el Mulhacen. No tenía mucha información sobre si la menor cantidad de oxígeno afecta a los niños más o menos que a los adultos. El plan era dar media vuelta en cuanto hubiera algún mareo, dolor de cabeza o cualquier otra cosa rara, pero nada de eso ocurrió.

Elegimos la ruta que parte desde la Hoya del Portillo, lugar donde acaba la pista que sale desde Capileira y donde ya no se permite el acceso con vehículos. Es la ruta más suave hasta el refugio, exceptuando que tomes el autobús que sube al Alto del Chorrillo, pero eso no estaba entre las opciones, le quitaba toda la gracia al asunto. En refugiopoqueira.com podéis encontrar los detalles de esta y otras rutas por la zona.

Las fotos de este artículo son de móvil. Quería llevarme la reflex pero como no quería que las niñas llevaran peso en esta primera experiencia consideré que ya iba lo suficientemente cargado con ropa y comida para 3 y se quedó en casa.

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La única pega de esta ruta hasta el refugio es que la parte más dura de la subida se hace nada más bajar del coche y te pilla el cuerpo frio.  Tras equiparnos subimos siguiendo el sendero que sale al lado de la caseta del guarda hasta llegar al cortafuegos. Con calma se sube bien. El año pasado empecé a subir tarde y con las prisas puse un ritmo que hizo que me pareciera más duro de lo que en realidad es.

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Ya en el cortafuegos tenemos las primeras vistas de las cumbres de la zona y nos tomamos nuestro primer descanso. Subiendo un poco más vemos el cartel que nos indica el desvío a tomar para llegar al refugio.

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El camino discurre luego suave, subiendo en general pero sin grandes pendientes. Pasamos entre dos pequeños bosques al principio que una vez ganamos altura desaparecen dejando ya paso a los matorrales como única vegetación. Desde este punto ya divisamos nuestro objetivo de hoy, el refugio (¿lo ves?) y el de mañana, el Mulhacen, a la derecha. Aunque ya se vea el refugio aun nos queda bastante camino, ya que damos un rodeo subiendo para luego bajar haste el refugio. En un punto del camino, cuando ya tiene de nuevo ancho de pista, veremos un cartel indicador para tomar un sendero en pronunciada bajada a la izquierda que nos evitará dar todo el rodeo que da la pista.

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Y tras una última parada para beber y jugar un poco en uno de los muchos riachuelos que forma el deshielo nos encontramos ya casi en el refugio…

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Llegamos sin más percance que una pequeña rozadura en el talón provocado por las botas nuevas de Júlia que pudimos solucionar con Compeed. Fueron unas 4 horas desde que dejamos el coche. A paso de adulto son unas dos horas y media o tres. A la llegada al refugio les entró a las dos su primera «borrachera». Una risa floja tras subir a las literas que les duró unos 10 minutos, creo que fruto de la eufória. Habían esperado todo un año para llegar allí, estar en un refugio les hacía muchiiiisima ilusión, y la celebración de la llegada fue una sesión de risas solo superada por la que vendría al día siguiente en la cumbre.

En el regufio hay servicio de cenas, y aunque no suelo hacerlo en esta ocasión decidí utilizarlo para evitar subir más peso, ya que tenía que cargarlo todo yo. Tras la cena nos fuimos a dormir pronto para recuperar todas las energías posibles antes de la etapa del día siguiente.

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Tras descansar cómodamente en una habitación para nosotros solos (lo que en un refugio puede considerarse un lujo) nos pusimos en marcha sobre las 7:30. Desayunamos en el refugio y empezamos a subir. Elegí ascender por el Rio Mulhacen hasta la pista para luego subir por el pedregal de la cara oeste. El año pasado subí por la pista y se me hizo un poco aburrido, y el camino por el río, con los restos de nieve que aun quedan este año, parece bastante más bonito y divertido. La primera parte es una pequeña bajada desde el refugio hasta el río, pero luego ya no bajaremos más hasta que lleguemos a la cumbre.

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El sendero sigue al rio durante todo el camino. Basta con llevar cuidado y tomar el camino de la derecha cuando el rio se bifurque. Si empezamos pronto tendremos un buen tramo del camino con sombra, que es algo que se agradece mucho en esta zona en verano. Una vez empiece a darnos el sol ya no hay apenas refugio posible para evitarlo.

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No es habitual encontrar tanta nieve en estas fechas. Hay que dar algún pequeño rodeo para evitarla porque en algunos puntos tapa el camino, pero incluso en este año atípico no hay ninguna dificultad. No hay forma de perderse porque siempre tenemos la referencia a la derecha del lugar a donde vamos.

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Y subiendo, subiendo llegamos por fin a la pista donde empieza lo realmente duro: el zigzag entre piedras que nos llevará por una fuerte pendiente a cubrir los 500 metros de desnivel que nos quedan hasta la cumbre. Esta parte del camino es la que hay que tomarse con más calma. Es cansada por lo fuerte de la pendiente pero además se hace aburrida ya que es un contínuo y largo zigzag entre piedras, y a cualquier niño le mata más el aburrimiento que el cansancio.

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En esta foto puede apreciarse la subida. El camino que seguimos es el que va a la izquierda. El de la derecha viene desde el vivac de La Caldera, que podéis ver junto al lago del mismo nombre, aun helado. Las niñas pedían pequeños descansos cada poco, aunque pude comprobar que, al menos al principio, no estaban tan cansadas como decían ya que en cada descanso en lugar de sentarse se ponían a formar hitos con piedras «para que no se perdieran los que vinieran después». Durante todo el camino además no dejaron de hablar. Eso es síntoma normalmente de que no vas tan mal, pero en el caso de mis hijas resulta que prefieren caer desfallecidas a dejar de charlar mientras suben…

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Esta foto corresponde a la segunda «borrachera» del viaje. La que les entró al llegar a la cumbre. Poco antes tuvimos el único momento crítico del camino. Una de ellas dijo que ya no podía más, y el pacto era que en el momento en que alguno de los tres dijera que no quería seguir volveríamos al refugio. La cuestión es que yo ya conocía la subida y sabia que nos quedaba muy poco, así que me salté ese pacto, descansamos un buen rato y subí los 4 o 5 zigzag que nos quedaban hasta la cresta para que tuvieran una referencia de lo que nos quedaba por esforzarnos. Desde la cresta hasta la cima es solo un suave y corto paseo. Una vez visto que era realmente poco lo que quedaba se animaron y llegaron sin problema a la cumbre, donde coincidimos con una pareja inglesa que amablemente nos hizo la foto «oficial» en la cima.

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Estuvimos un buen rato en la cima, disfrutando de las vistas y comiendo. Improvisamos una pequeña nevera para refrescar la bebida en uno de los neveros que quedaban y tras disponer de nuevo de agua bien fresquita empezamos a bajar.

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Iniciamos la bajada por el mismo camino que la subida. Hay otra ruta por el sur más suave pero entre que no la conocía y que no sabía si podía haber algún problema aun por la nieve que quedaba preferí bajar por el camino conocido. El descenso es evidentemente menos cansado que la subida pero castiga las rodillas por la fuerte pendiente. Tras bajar todo el pedregal y llegar a la pista, y como se quejaban ya de un poco de dolor en los pies, decidí volver al refugio siguiendo la pista en lugar de bajar por el rio. Caminar por la pista con pendientes suaves, aunque sea un camino algo más largo, castiga menos los pies que el sendero más escarpado al lado del río.

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El camino de vuelta aun nos guardaba una pequeña sorpresa: un nevero cortaba la pista dificultando el paso: la nieve era ya muy muy dura con lo que había peligro de resbajar pasando por encima, y al intentar bordearlo por abajo el terreno se deslizaba, ya que aunque estaba aparentemente seco a la vista, la nieve fundiéndose por debajo hacía que bajo las piedras fuera todo un enorme barrizal. Al final descendimos hasta una altura en la que el barrizal ya era menor, cruzamos y volvimos a subir hasta la pista. El año pasado por estas fechas este nevero no existía.

Desde aquí solo quedaba seguir la pista hasta el cruce del Alto del Chorrillo y luego bajar al refugio, pero para evitar el rodeo tomamos un atajo no muy bien señalizado que permite acortar el camino bajando directamente al sendero que lleva al refugio. Se trata de estar atento a la derecha a un pequeño hito cuando ya divisamos claramente el Alto del Chorrillo y el punto en el que la pista enlaza con el sendero que va al refugio. Desde este hito veremos otro y luego desde este ya vamos por donde podemos hasta otro hito gigante que se divisa claramente, pues tiene más de un metro y medio de altura. Desde este punto ya basta con seguir el sendero que nos llevará a la pista del refugio envitándonos un buen rodeo y el tramo de subida de la pista.

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En el refugio de nuevo cena y descanso y al día siguiente tras desayunar y recoger todo partimos hacia la Hoya del Portillo. Nos tomamos la vuelta con mucha calma, llegando al coche sobre las 13:30 y parando a comer en Capileira para luego iniciar ya lo más pesado del viaje: las 5 horas de coche de vuelta a casa.

En resumen: una gran experiencia para todos. Para ellas por haber podido llevar a cabo su primera «gran aventura» y para mi por haber podido compartirla con ellas y emocionarme con sus emociones. Y creo que el secreto del éxito es solo uno: todo partió de ellas. Si hubiera sido yo quien les hubiera «vendido» esta excursión y hubieran venido motivadas por mis recomendaciones o motivaciones no creo que hubieran aguantado ni la mitad de lo que llegaron a cansarse en la subida.

A la pregunta ¿volveríais? la respuesta la noche tras la subida fue «sí, pero cuando sea mucho más mayor, para no cansarme tanto». Pero al día siguente, aun caminando de vuelta al coche ya preguntaban si el próximo año volvemos, y de vuelta a casa en el coche ya una de ellas preguntaba «¿y no podemos venir antes de que vuelva a nevar? esperar un año entero es mucho…»

Y ya como colofón solo una breve frase para quienes siguen defendiendo que los niños no se esfuerzan si no los obligas: ¡JA!

Como ha habido un par de peticiones y me apetecía jugar un poco con Google Maps aquí os dejo un resumen de la ruta:

Ver Subida al Mulhacen desde Hoya del Portillo en un mapa más grande.

https://www.espadasymas.com